¿Noroña se victimiza? Ataca nuevamente a Grecia Quiroz en pleno 25N

La mañana comenzó tensa en el Senado, pero nadie imaginaba que el protagonista inesperado del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres iba a ser, otra vez, Gerardo Fernández Noroña.
Y no por un gesto de solidaridad, ni por un mensaje de responsabilidad política, sino por una nueva embestida cargada de acusaciones, adjetivos y un discurso que desató indignación dentro y fuera del recinto parlamentario.
Todo ocurrió mientras varias senadoras participaban en la sesión solemne.
Un acto simbólico, importante, con invitadas del gobierno federal, voces feministas y representantes de diversos movimientos, pero que quedó opacado por la sombra del polémico legislador, quien decidió reavivar sus ataques contra la alcaldesa de Uruapan, Grecia Quiroz.

Porque sí, Noroña no mencionó su nombre.
Pero todos sabían perfectamente de quién hablaba cuando afirmó que “a esta mujer se le despertó la ambición”, que buscaba la gubernatura y que representaba una supuesta “ultraderecha fascista”, una expresión que repitió como si fuese una etiqueta predeterminada para justificar cualquier crítica que quisiera lanzar.
Las senadoras Carolina Viggiano y María de Jesús Díaz Barmolejo no dejaron pasar la provocación.
Ambas, desde sus bancadas, denunciaron públicamente que esa narrativa disfrazada de ‘crítica política’ era en realidad violencia política de género directa y descarada.
Y la palabra “misoginia” no tardó en aparecer.
Porque, según ellas, cuando un hombre en posición de poder utiliza argumentos basados en ambición, capacidad o legitimidad política únicamente cuando se trata de una mujer, algo más profundo está operando detrás de la retórica.
Noroña, en respuesta, aseguró que no había dicho “ni un miligrogenio” de misoginia.
Una frase tan extraña como reveladora, porque la defensa automática y exagerada terminó por confirmar la esencia del problema: incapacidad de autocrítica y victimización permanente.
El legislador se quejó de que lo criticaran en una sesión donde no podía responder.
Y casi como guion ensayado, se colocó en el papel del ofendido, del atacado, del incomprendido, de la víctima del sistema político y de los medios.

Pero lo que más llamó la atención fue lo que vino después.
En lugar de aclarar sus palabras o reconocer el contexto simbólico del 25N, decidió convocar a una conferencia de prensa para las cuatro de la tarde.
Una conferencia que, para sorpresa de muchos… quedó vacía.
Un salón silencioso, sin cámaras, sin reporteros, sin preguntas.
Solo él, solo su discurso, solo su narrativa repitiendo los mismos argumentos ante un cuarto prácticamente desierto.
Y ahí empezó otro capítulo.
Porque para Noroña, el hecho de que no hubiera prensa era otra “prueba” de persecución política.
Pero para periodistas como Leti Robles de la Rosa, la explicación era mucho más simple: dejar de darle micrófono a alguien que vive del escándalo es la mejor forma de quitarle poder.
Leti explicó que desde hace meses decidió no cubrir nada que proviniera directamente del legislador.
No por censura, sino por principios profesionales.
Porque, según ella, figuras políticas cuyo impacto depende del ruido mediático pierden fuerza cuando la prensa deja de reproducir sus excesos.

Pero la periodista también señaló algo crucial.
Cuando Noroña sube a tribuna y usa una institución del Estado mexicano para atacar a una mujer, el asunto deja de ser “show” y se convierte en un problema institucional.
Un acto público, oficial, que requiere escrutinio, que debe ser registrado y exhibido.
En la sesión solemne del 25N, donde se hablaba de violencia contra las mujeres, ese mensaje adquirió un peso todavía más grave.
Porque mientras México recuerda a las víctimas, mientras organizaciones feministas buscan justicia, mientras el Senado intenta mandar un mensaje de respeto, un legislador decide convertir el acto en un escenario para sus rencillas personales.
Y todo esto recae sobre el nombre de Grecia Quiroz.
Una alcaldesa que además es viuda de Carlos Manso, quien fue asesinado meses atrás.
Una mujer que ha enfrentado ataques políticos, sospechas infundadas y descalificaciones públicas mientras intenta reconstruir su municipio en medio de una crisis de seguridad.
El uso de su figura como blanco político no es nuevo.
Noroña ha insistido en vincularla a ideologías extremas, a intereses oscuros, a ambiciones “despertadas” de la nada.
Pero lo que más sorprende es la desconexión con la realidad: es él quien sube a tribuna a atacarla, y aun así aparece como víctima.

Mientras tanto, las redes sociales se incendiaron.
Cientos de mensajes calificaron su discurso como misógino, otros como ridículo, otros como una estrategia desesperada de llamar la atención.
Y no faltaron quienes exigieron a Morena tomar cartas en el asunto y definir si sus principios se alinean o no con este tipo de conductas.
Lo ocurrido también exhibió otro fenómeno.
El doble estándar dentro del propio partido.
Porque las feministas de Morena, según Leti Robles, parecen incapaces de confrontar directamente a Noroña, como si él fuera una figura intocable dentro de la estructura interna.
Y ese silencio, en pleno 25N, resultó demoledor para muchas observadoras políticas.
Porque si un partido no puede hacer frente a uno de sus propios legisladores cuando agrede verbalmente a una mujer, ¿cómo puede exigir respeto a la sociedad?
¿Cómo puede exigir justicia?
¿Cómo puede hablar del fin de la violencia?
El debate se extendió también a la prensa.
¿Dar voz o no dar voz?
¿Señalar o ignorar?
¿Exponerlo o evitar amplificarlo?
Leti Robles explicó que ignorar sus conferencias y transmisiones personales disminuye su impacto.
Pero que cuando sus palabras se convierten en posicionamientos oficiales dentro del Senado, ya no se trata de él, sino del Estado mexicano.
Y ahí sí, la prensa tiene obligación de documentar, aunque sus gestos busquen provocar.

El caso tomó aún más fuerza al recordar antecedentes.
Las acusaciones de que Noroña sigue a periodistas, menciona en transmisiones dónde están, insinúa que sabe qué hacen o a dónde van.
Conductas que, por momentos, rayaron en acoso y despertaron alarmas sobre seguridad personal.
Y todo esto se suma a un patrón recurrente.
Un estilo político basado en el ataque, la provocación y la descalificación.
Un discurso que no construye, sino que hiere.
Y una estrategia que cada vez funciona menos, especialmente cuando la prensa decide no participar del espectáculo.
El Senado, por su parte, quedó dividido.
Algunos señalaron que debía sancionarse su conducta.
Otros minimizaron el incidente.
Y algunos más prefirieron quedarse en silencio, como si se tratara de un conflicto menor entre legisladores.
Pero el símbolo del 25N sigue allí.
Y lo que ocurrió ese día dejó un mensaje difícil de ignorar.
Porque si en la fecha destinada a visibilizar la violencia contra las mujeres, un político decide usar su plataforma para degradar a una alcaldesa, algo muy profundo y muy grave está fallando en la política mexicana.

El caso de Grecia Quiroz no es solo un conflicto personal.
Es un ejemplo de cómo el discurso político puede normalizar la violencia simbólica contra las mujeres.
Cómo se repiten frases disfrazadas de crítica, pero cargadas de estereotipos.
Cómo se minimiza el daño cuando la víctima es mujer.
Y cómo la escena pública sigue permitiendo que ciertos personajes actúen sin consecuencias.
Ante esto, periodistas, activistas y legisladoras hicieron un llamado en voz alta.
Un llamado para dejar claro que no se trata de censura.
Se trata de límites.
De respeto.
De responsabilidad pública.
Y, sobre todo, de entender que la violencia política de género no se justifica bajo ninguna circunstancia.
Mientras tanto, Noroña seguirá argumentando que es víctima de una campaña.
Que lo atacan.
Que lo malinterpretan.
Que está siendo “silenciado”.
Pero la realidad es otra.
Las críticas no buscan silenciarlo.
Buscan que deje de utilizar el poder para atacar a mujeres.
Buscan que entienda que el país cambió, que la política cambió, que la sociedad cambió.
Y que el 25N no se mancha con discursos que reproducen exactamente aquello que se está luchando por erradicar.

