Noroña arremete contra Grecia Quiroz, esto le responde Francisco Zea

En un día que se suponía solemne, un día dedicado a la eliminación de la violencia contra las mujeres, Gerardo Fernández Noroña decidió convertir el Senado en un escenario de confrontación que nadie esperaba.
Y lo hizo apuntando directamente a la alcaldesa de Uruapan y viuda de Carlos Manso, Grecia Quiroz, a quien acusó de estar movida por ambiciones políticas, obedecer intereses ajenos y buscar capitalizar el asesinato de su esposo.
Las palabras cayeron como piedras en un momento en el que el país entero miraba con atención cualquier gesto, cualquier frase, cualquier provocación.
Según Noroña, Grecia Quiroz habría adoptado una postura “de ultraderecha fascista” y estaría utilizando su tragedia para abrirse camino hacia la gubernatura de Michoacán.
Lo dijo sin titubeos, sin matices, sin medir el impacto, como si estuviera en una arena política cualquiera y no frente a una mujer que perdió al amor de su vida en un homicidio que aún sacude a la región.
Y mientras la sala escuchaba, hubo miradas incómodas, suspiros tensos y un silencio que no acompañaba sus palabras.

El diputado Carlos Alejandro Bautista Tafoya, de Movimiento del Sombrero, reaccionó de inmediato.
No tardó ni un minuto en salir a defender a la alcaldesa y responder directo, sin filtros y con el peso emocional de quien entiende la gravedad del momento.
“¿Cómo te atreves a meterte con una víctima cuando no entiendes su dolor?”, escribió en redes, poniendo el dedo justo donde más dolía.
Recordó que Grecia Quiroz no eligió ese lugar, que no llegó a la alcaldía bajo circunstancias normales, que no está ahí porque sí, sino porque alguien le arrebató a su esposo, al compañero, al hombre que amaba.
Y remató con una frase que se volvió eco en toda la discusión:
“Que no esté Carlos Manso no significa que Grecia Quiroz esté sola”.
Una advertencia, una declaración y un mensaje político todo en uno.
Pero la historia no quedó ahí.
Noroña, consciente de la ola de críticas que él mismo desató, convocó una conferencia de prensa para explicar sus declaraciones.
Quiso matizar, quiso aclarar, quiso defenderse y volver a tomar el control del discurso.

Solo que nadie llegó.
Ni un solo medio.
Ni uno.
La sala quedó vacía, silenciosa, congelada en una imagen que en cuestión de minutos se volvió viral: Noroña hablando solo, mirando a una fila de sillas vacías como si fueran senadores imaginarios que lo escuchaban con respeto.
Él culpó a una campaña en su contra.
Dijo que los medios estaban manipulando, que estaban buscando senadoras para “hacer la campaña dolosa” que, según él, pretende desprestigiarlo.
Pero Francisco Zea no dejó pasar la oportunidad.
Decidió responder a Noroña, no para atacarlo gratuitamente, sino para poner orden en el caos.
Tomó cada una de las frases del senador, las sostuvo frente a él como un espejo y desmontó una por una las contradicciones, exageraciones y ataques injustificados.

Zea aclaró que sí, cualquiera que tenga información o sospecha debería acudir al Ministerio Público, incluyendo Grecia Quiroz.
Pero también subrayó que nada justifica que un legislador la ataque públicamente en un día dedicado justamente a proteger a las mujeres de la violencia.
La ironía era demasiado grande para ignorarla.
El periodista también recordó que él mismo fue crítico de Carlos Manso, incluso duramente crítico, pero jamás desde la crueldad ni desde el oportunismo político.
Y, de paso, aprovechó para recordarle a Noroña que aquello que él llama “movimiento” no le pertenece a nadie en particular.
No es su patrimonio, ni su bandera personal, ni su excusa para atacar a quien no piensa como él.
Le dijo, con todas sus letras, que se estaba convirtiendo en un problema para su propio partido.
Que la presidenta de la República no debía estar nada contenta con el tipo de confrontaciones que él provoca.
Que viajar en primera clase, atacar a mujeres en un día simbólico y gritar “fascista” a cualquiera que lo contradiga no lo convierten en luchador social, sino en caricatura de algo que alguna vez sí fue.

Zea habló también del dolor nacional que dejó el asesinato de Carlos Manso, un homicidio que lastimó a todos al margen de ideologías.
Porque un crimen así no divide entre izquierda y derecha.
No importa el color, importa la humanidad.
Y volvió al punto más importante:
Grecia Quiroz tiene derecho a denunciar.
Tiene derecho a buscar justicia.
Tiene derecho a aspirar a un cargo público si así lo decide.
Y, sobre todo, tiene derecho a que no se le ataque desde el poder usando su propio dolor como arma política.
Zea cerró con una reflexión fuerte, brutal y certera:
Que si Noroña cree que este tipo de polémicas le van a dar algún beneficio político, está profundamente equivocado.
Que nadie gana atacando a una víctima.
Que nadie gana convirtiendo una tragedia en un campo de batalla.
Y que, si algo, lo único que Noroña está logrando es convertirse en un lastre para quienes alguna vez lo vieron como un luchador social.
Al final, lo que queda es un episodio que revela más de la política mexicana que cualquier discurso largo.
Una sala vacía, una mujer que exige justicia, un senador que dispara palabras sin medir el daño y un periodista que le recuerda dónde está la línea.
Una historia que sigue, porque nada de esto ha terminado.
Ni para Grecia Quiroz.
Ni para Noroña.
Ni para un país que sigue debatiéndose entre el dolor, la política y la necesidad urgente de justicia.



